La casa de mi abuela
Detrás de estas montañas espolvoreadas
A unos miles de kilómetros hacia el sur
Se encuentra la casa de mi abuela
Con sus colores brillantes y la estufa encendida
Templo inquebrantable de mariposas y velas
Donde las nostalgias se cocinan a fuego lento
En una olla de barro y un comal
BIO
Soy originaria de Cuernavaca, una pequeña ciudad colonial que se encuentra ubicada en el centro-sur de México, en el Estado de Morelos. Crecí en el seno una familia mexicana grande y tradicional, rodeada de primos, abuelas, tíos y una eterna primavera. Mi familia ha sido una gran fuente de inspiración para mis escritos, al igual que los pueblos de México; con sus innumerables tradiciones y perenne encanto. Mi madre siempre me leía cuentos antes de dormir y antes de que pudiera amarrarme las agujetas yo ya estaba escribiendo mis propias historias.
Estudio un programa de Post-Maestría en Psicología un Seattle University.
Junto a las tortillas quemadas y el vapor del epazote
Y las risas compartidas se desbordan por la mesa
Como arroyos cristalinos
En temporada de tormentas
Amarilla y azul como el cielo limpio
Fresca como la sombra noble de un cedro
Abre las puertas a todo el mundo como una colmena
En sus pasillos remotos
Con olor a amores agrios y agua de ciruela
Se cuela el granizo de agosto
Mientras los niños resbalando juegan
Y los muertos deambulan remilgando
Como si fuera el último instante
Que les queda por vivir
Da esperanza al campesino,
Al loco, al olvidado
Los deja colgar en las paredes sus zapatos viejos
Que escurren cruces
Y fotografías en blanco y negro
Su techo es un bosque de bugambilias
Donde penden aros de colibríes
Que miran tranquilos al sol cuando aletean
Mientras su anillo dorado se pierde
Cada anochecer ente las tejas
Tu casa será siempre una lámpara encendida abuela
Un fragmento inagotable de luz
En el mundo oscuro
No es el eco nocturno
No es el eco nocturno
Por el que vuelan distraídas
Las luciérnagas de tu mirada
Como una cueva secreta
Habitada por tu silencio dorado
De recuerdos, polen y hojarasca
Rastros del último otoño
Que arrebataste a la soledad
Y refugiaste celosamente en tus entrañas
Antes de que el último hombre los olvidara
No es el aire magnético
Que delinea el espacio silente en tus palabras
Evocadas en una tarde cualquiera
Envueltas en gotas de ámbar
Estáticas como joyas sangrantes
Con las que hilas astros, abismos, delirios de sueños
Y que soplas a la orilla del mar
Como espuma blanca
Cuando la tristeza latente
De la cotidianidad estalla
Y el sol se pierde ante mí
Entre mareas agridulces
Y destellos naranja
No es la claridad desatada
Que encierras en el pecho
Como un ave enjaulada
Caída del trasiego del paraíso
Y que le otorga al latido tu corazón
Un canto taciturno que lo acompaña
Cuando divagas por las calles
Lees el periódico
O te acuestas en tu apartamento
Foráneo, ajeno a lo viviente
A recorrer los laberintos de la historia y el alma
No es tu memoria perfecta
Empañada de momentos suspendidos en el tiempo
Como gotas que escurren por una ventana
Astutamente robados
A la cuenta sagrada de las horas
Como una noche de desamor alumbrada
Con un collar colgando en tu mano
O el idilio del primer beso
Cuando el anochecer naciente se incendiaba
Por tu cuerpo curioso
Bajo una jacaranda
Mientras el grito del tráfico ahogaba la ciudad
Es el espacio interminable
Por el que se expande tu alma
Cuando las palomas vuelan buscándote como a una catedral
O el viento pliega con cuidado las hojas de la albahaca
Es el momento perpetuo que abarcas
Con tu universo de melancolías, lunas y poemas
Lágrimas, libros empolvados
Palabras no dichas, caminos imaginarios
Por los que deambular
Y que vas dejando iluminado con tu rastro de estrella
Consciente de que nunca será el mismo
Porque lo tocaste con tu fe inmaculada
Y tus ganas amar
Y que abandonas cultivado de llanto, barcos a la deriva y azucenas
Es el espacio por el que se agita tu fuerza en el mundo
La quebrada del mar, el verano, la comida de las 3:00
La tinta, la nube, la pared
Es el eco de tormenta que queda a tu paso
Tu espíritu infinito que lo contiene todo
Que es recóndito, atemporal y que me dejas leer
Como mi libro favorito de cabecera
Cuando platicamos
Una tarde cualquiera
En un sillón cualquiera
Mientras el día se marchita a nuestros pies
Cuando tú hablas
Acaricias el aire con las manos
Como si estuvieras pintando un cuadro
Que solo yo puedo ver
Música Tendida
Cuando el día calla y se mece en el viento
Escondo historias entre tu pelo
Mientras te delineo pausadamente
Con la luz quieta que alumbra mis dedos
Dejo un principio por aquí y un final por allá
Una palabra de amor en tu frente
Y un “adiós” detrás de tu oído
Quizá un día las hiles y se vuelvan un cuento
O el canto que se repite
En la música tendida que guarda tu cuerpo
Tal vez las letras germinen en besos
Que te envolverán en un círculo de silencio
Y veas por un instante de frente
El pulso magnífico que late en lo eterno
Me gusta que no conozcas mi juego
Volteas a besarme casi distraído
Cercano y confiado como si fueras un niño
Revelando las piezas
De tu alma en claridad
Temo a la pureza intacta de tu espíritu
Donde no existen inviernos prolongados ni tormentas de cal
Ni playas de piedra o mentiras de arena
Donde todas las mañanas desvanece el enemigo
En este mundo extraño
Vivir y morir contigo
Es como bañarse en el agua limpia de un manantial
Que nadie jamás ha bebid