Julia Malinow
Muchos dicen que la mente es algo abstracto, que simplemente por no poder verla, se limita en su existencia. Nadie hasta ahora ha podido comprobar que ésta existe en nuestra misma dimensión, porque ningun sentido humano la ha podido reconocer. Por lo tanto, como no se puede ver, oír o sentir es inexistente para el conocimiento humano. Pero hay una limitación con esta hipótesis: nuestros pensamientos y voz interna, que tanto conocemos, vienen de un solo lugar sin duda, la mente.
Las únicas palabras que escuché por varios meses fueron de fracaso y humillación. Con solo veinte años de edad, ya sabía que la gente estaba equivocada pero no por eso me resigné a tratar de convencerlos, especialmente a mis padres, que mi invento era tan válido como el de cualquier otro inventor en la historia de la humanidad. Muchas veces me despertaba de un sueño en el cual yo estaba volando con uno de los grandes inventos de Leonardo Da Vinci, el ornitóptero. Luego me daba cuenta que una de las alas del aparato se prendía fuego y lentamente me caía al océano, un lugar desconocido y aterrorizante en todo aspecto. Finalmente me despertaba gritando. Interpreté este sueño como miedo a que nadie entendiera mis ideas y a que mi gran invención resultase un fraude, indicando que todo había sido un fallo y pérdida de tiempo, como me lo habían prevenido.
Mi invento es bastante complejo en diseño y utilidad aunque muy pequeño en tamaño. Me tardó tres años planearlo y alrededor de seis meses terminarlo. Es cúbico de treinta por veintiocho centímetros, es azul, de madera y tiene cuatro interruptores principales: el primero funciona para activar el aparato, el segundo para recibir las señales del cerebro, el tercero para proyectar la imagen y el cuarto para escuchar la “voz interna” de la mente que describe lo proyectado. Su función es recibir todas las imágenes que la mente produce y entender cómo la persona piensa. Un largo tubo con una pequeña sopapa al final se conecta al lóbulo occipital y frontal, donde se encuentra la corteza visual y el área motriz del lenguaje. Estos dos elementos son cruciales para poder entender lo que la persona está tratando de comunicar a través de la imagen proyectada, y cómo lo interpreta con el lenguaje.
Al comprobar que la ilustración está acompañada por un audio, la hipótesis de que la mente existe –y con ella esa voz que escuchamos diciéndonos que hacer, normalmente llamada ego– se transforma en realidad.
El aparato es tan diminuto que es imposible pensar que todo lo que está siendo proyectado ha sido filmado o grabado antes de haberlo prendido. El tamaño es sólo para comprobar que no es un invento insignificante, algo semejante a un juguete, sino que es único, precioso, perfecto, y yo soy la creadora.
Muchas veces he escuchado a mis padres hablar con amigos y familia sobre mí, especialmente sobre mi personalidad, específicamente sobre como soy introvertida. Para ellos esto es un síntoma raro de la adolescencia, una etapa. No entienden que hace diecinueve años que soy así y que probablemente no vaya a cambiar, pese a que lo deseen. Lo ven como algo temporal, como si se fuera a desaparecer en cualquier momento, como si el día de mañana yo me fuera a despertar una persona extrovertida. Ellos no son los únicos que lo ven de manera negativa, casi cualquiera que conozco lo ven como algo raro. Mis padres me estresan mucho, más bien dicho, me estresaban. A la edad de quince años, me di cuenta que no tenían capacidad emocional ni mental para entenderme. Cuando era pequeña me llevaron a ver a una psicóloga, ellos pensaron que no sabía la ocupación de la señora que me estaba tratando. Me hicieron creer que era una nueva amiga mía, nuestra, que me iba a hacer unas cuantas preguntas y dibujos para que yo interpretara. Cualquiera, inteligente o no, puede darse cuanta que una mujer de cuarenta años no puede ser amiga de una niña de cuatro, no es posible. La psicóloga me hizo preguntas sobre la escuela, sobre mis padres, me pidió que dibujara mi casa, mi color favorito y que me dibujara a mí. Yo preferí describirme porque no sabía como dibujar a un ser humano. Iba dos días por semana, uno para hablar y el otro para dibujar o hacer algo más creativo. Después de un mes le dijo a mis padres que yo era una niña prodigio ya que mi coeficiente intelectual era de 131 y mostraba un comportamiento mental de ocho años al solo tener cuatro. También dijo que por más que yo quiera enfocarme en cosas mentales y encerrarme en vez de salir, ellos tenían que estimularme a hacer cosas fuera de mi comodidad. Por eso mi mejor amigo es mi vecino Martín.
En vez de salir con otras chicas de mi edad, prefiero mi compañía. Pero si tengo que salir, algunas veces Martín me invita al cine. Igualmente eso no cuenta, porque Martín ya está acostumbrado a mi presencia, no le molesta que me quede callada. También es una excepción porque solamente salgo con él tres o cuatro veces por mes, dependiendo de la película y si el día está acorde a como yo quiera. No me gusta salir cuando está muy soleado o apunto de llover, tiene que ser cuando está nublado y que apenas haya leves vientos. Si vamos al cine no le presto tanta atención al tiempo, pero si vamos a pasar más de una hora afuera, estas condiciones deben estar presentes.
Mis opiniones son siempre válidas dentro de mi mente y no tengo necesidad de comunicarlas. Si la hay entonces hablo. Es muy simple, hablo cuando me parece correcto y cuando quiero. A las personas que son opuestas a mí les incomoda mi silencio, o cuando me quedo mirándolos sin decir mucho. Mis pensamientos están a salvo en mi propio cuerpo, mi propia imaginación y mis propios cuadernos. Yo sé que mis padres me quieren, pero a la misma vez siento que me tienen pena. No saben qué hacer conmigo. Nunca me he comportado mal, no me quejo muy a menudo y no hablo.
Con este invento, puedo mostrar lo que estoy pensando sin tener que comunicarme a través del habla.
Tres meses han pasado desde que probé mi invento. Todo fue mi culpa, el experimento falló. Lo prendí, lo conecté, la imagen cerebral se proyectó, pero ningun audio se pudo escuchar. Al ser una persona muy responsable, ya había anticipando que algo no iba a funcionar en la primera toma. Por eso todavía no hice una cita con la Institución Nacional de Ciencias Técnicas y Comunicativas para que prueben mi invento. Este fue solamente mi primer intento y estoy dispuesta a arreglar todo lo que no haya funcionado.
Mens-Excogitatio I es el nombre que decidí ponerle al invento, es una traducción del latín, ya que muchos inventores lo han hecho en el pasado. Me doy cuenta que el nombre no es muy original; pero el aparato es tan complejo en sí, que un nombre clásico lo completa sin exagerar su apariencia o función. No cualquiera podría ser la primera persona que probara el Mens-Excogitatio I. Tenía que ser alguien con suficiente capacidad intelectual para entender mi gran logro. Tenía que ser alguien con mucha creatividad, con pensamientos claros y apropiados para ser mostrados por el proyector. Esa persona sería mi profesor de la clase de psicología y desarrollo humano en la universidad. Alguien educado, calmado y un poco aburrido, pero al mismo tiempo fascinante.
Lo cité en mi casa para el sábado 8 de abril a las nueve de la mañana. La fecha de este encuentro debía ser coordinada, ya que este día se convertiría en parte de la historia humana. La fecha tenía que estar correctamente calculada. El 8 de junio es a principio de mes, lo cual hace que cualquiera desee un día feriado lo más antes posible y está lejos de otros días importantes. El ocho es un número par, divisible por cuatro números, es decir por el número de mes, y es el año 1984, ahí es donde se puede comparar el tiempo de la cita. Así cuando alguien pregunte cuál es la importancia de la fecha, cualquier(A) de las cosas anteriormente dichas se pueden explicar.
El Profesor Conrad llegó a mi casa puntualmente. Le ofrecí un vaso de agua con dos galletas de chocolate. Se supone que uno tiene que activar la parte motriz del cerebro al levantar la glucemia en la sangre, por eso le dí azúcares y carbohidratos. Lo guié hasta el estudio de mi papá donde había una silla acompañada por una mesa donde se encontraba el aparato. Las cortinas estaban levantadas por la mitad de tal manera que al el que está siendo examinado no le moleste la luz en ningún sentido. Aunque era pleno invierno, no prendí la calefacción para que el cerebro esté más atento al sentir la temperatura corporal muy baja. Todo había salido como lo planeado hasta que la máquina me falló. Es irónico pensar que algo que hasta el momento me había funcionado tan bien, algo que entiendo con tanta facilidad, me haya decepcionado. En todo caso estaba esperando que algún humano lo hubiera hecho haya hecho, pero no mi preciado invento.
Esa noche no pude dormir. No podía parar de pensar en que era lo que había fallado. Revisé la máquina tres veces e incluso la desarmé para ver si algún cable se había desconectado. Es posible que la brújula no captara el campo magnético creado por el generador eléctrico al sentir el bronce moverse del lado izquierdo. Si la brújula se mueve eso indica que hay un campo magnético que está yendo en dirección contraria y juntándose en un punto donde los dos polos opuestos vencen su magnitud. Si la brújula no giró hacia la derecha, no hubo contracción de los polos opuestos entonces no se generó electricidad. No, eso no pudo haber pasado porque la imagen se proyectó, pero el audio no se escuchó. Si la brújula sólo pudo llegar hasta cuarenta voltios eso significa que para generar el audio se necesitan más voltios. Al sobrecargar la batería con bronce, los cables magnéticos bajarán de peso lo cual hace que los campos se atraigan y se rechacen más rápido de lo esperado, llegando hasta cien voltios. Pero eso no funciona porque el problema no está en el peso sino en el metal. El bronce no aumenta la corriente de electricidad, es decir no tiene suficiente magnitud como para atraer y repeler a los polos opuestos. Si consigo plomo o platino la brújula iría más rápido y crearía una corriente eléctrica de mayor densidad y el audio funcionaría.
Aunque el audio funcionara perfectamente, podría pasar que el Profesor Conrad no quisiera pensar. Él se sienta en la silla, yo lo acomodo, prendo la máquina, se proyecta la imagen, pero no se escucha su voz. Estoy seguro que todo fue su culpa, no estaba motivado a pensar en nada interesante. Debería haber conseguido a alguien más interesante, o él debería dejar de ser tan aburrido. Al principio todo lo proyectado era una imagen gris y luego se pudo ver una borrosa ilustración. Pero tal vez yo no le dí la cantidad suficiente de glucemia para estimular a la endorfina en su cerebro, solamente estímulo su sistema circulatorio. Pero gráficamente sus ondas longitudinales hacían un movimiento muy rápido de arriba a abajo, indicando que claramente él estaba estimulado como para escuchar esa voz interna.
¿Qué pasa si esa voz no existe y todas las investigaciones que hice hasta ahora son incorrectas? ¿Qué pasa si no poseemos una mente, si la mente no existe? Tal vez es verdad que todo lo que pensamos está dictado por químicos en el cerebro. Todo lo que estoy pensando en este preciso momento está siendo dictado por la rapidez en la que la serotonina está transmitiendo información entre cada neurona. Al ponerme nervioso y al deprimirme, la comunicación entre la serotonina y la neurona es tan rápida que mi motivación por hacer lo que me gusta, salir y ser sociable como los de nuestra especie, desvanece. Mi cerebro es el que me dicta, no yo a él; la mente claramente no existe y yo no existo. Soy un fraude, alguien decepcionante, sin futuro, sin dignidad. No tengo capacidad para entender nada, ni la ciencia, ni la matemática. Nací en este mundo para morir como cualquier ser humano y hacer de mí vida algo dentro de las normas.
Ya lo decidí: voy a probar el Mens-Excogitatio I por segunda vez. Si no me doy una segunda oportunidad, nadie lo va a hacer. Soy el creador de este invento, soy el único que sabe cómo funciona. Poseo tanta información que nadie más tiene. Tengo capacidad para entender las cosas y su funcionamiento. Después de todo sí soy única, nadie más sabe lo que tengo en mi mente. Ahora que ya detecté el problema y lo arregle, otros podrán descubrir todos esos pensamientos que mantuve dentro de mi mente por todo este tiempo. Una máquina que expresa todo lo que pienso, siento y veo al mismo tiempo. Si no funciona, mañana veo que hacer.