BIO
Yolimari García is a Puerto Rican/ Cuban American writer who was born and raised in Puerto Rico. Life played its tricks, and she ended up living in Germany for a few years. Later, she moved to the United States.
She holds a bachelor's degree in History of America from the University of Puerto Rico and a master's degree in European History from American Military University. She also holds a Technical Writing certification from Bellevue College.
She lives in Washington state with her husband, two daughters, and her malcriada cat named Lola.
La nostalgia que me azota
"Una tarde me fui hacia extraña nación
Pues lo quiso el destino.
Pero mi corazón se quedó junto al mar
En mi viejo San Juan."
"En mi Viejo San Juan", Noel Estrada
Recuerdo muy bien que me marché de Puerto Rico el 11 de diciembre de 2007 por la mañana. Mi suegro y su esposa nos recogieron en casa de mi mamá y nos llevaron al aeropuerto Luis Muñoz Marín. El día anterior mi papá fue a despedirse de mí y su nieta de siete meses. Cuando me dio el último abrazo casi no me podía mirar a la cara. Mi mejor amiga fue a verme esa mañana y me dejó con una carta sellada en las manos. Sus estrictas instrucciones fueron que no la abriera hasta que estuviera lejos. El camino hacia el aeropuerto fue eterno. Me fui de mi isla con el pecho apretado, embotellando mis sentimientos, y mirando todo el tiempo hacia adelante. Si miraba hacia atrás, estaba segura de que el mundo se me iba a caer encima.
Han pasado casi diez años desde aquella triste mañana en que lo dejé todo para empezar de nuevo al otro lado del mundo. Dejé a mis padres, hermanos, y otros familiares en Puerto Rico. Dejé a mis mejores amigas y amigos. Dejé amores falsos, perdidos, e inconclusos. Dejé el mar y el sol. Dejé mis sueños de revolución. Dejé lo que yo pensé era mi futuro. Dejé quién yo era para nunca volver a ser la de entonces.
Cuando me marché de la isla nadie me advirtió sobre la nostalgia que me iba azotar sin clemencia. La nostalgia viene como el vaivén de las olas. Es una herida que no tiene cura. Es un nudo de opresión en medio de la transición. La nostalgia que me azota regresa a un pasado azul y verde. El problema es que ese bendito pasado ya no existe. Entonces quiero correr, correr, y correr para salir de un túnel lleno de recuerdos que vuelan como mariposas. Termino pensando que es mejor no mirar hacia atrás. Lo hecho, hecho está.
Abrí la carta que mi mejor amiga me dio aquella mañana dos días después, ya cuando estaba ubicada en el hotel Primula, localizado en Schweinfurt, Alemania. La saqué del bolsillo de un bulto de mano negro en el que la había guardado. La leí con detenimiento y precaución. Las lágrimas se desbordaron de mis ojos como gotas de seda que se deslizan en una vela. Decidí asumir una actitud fría y calculadora. Escondí la carta y jamás la volví a leer. Hay cosas que son tan dolorosas de perder que es mejor tratar de arrancarlas de raíz.
La vida, sin embargo, no es así de fácil. Yo no puedo arrancarme el pasado así de simple. Me ha tomado casi una década entender que no hay vara mágica que borre quién soy y de dónde vengo. Es cierto que el tiempo pasa y las circunstancias cambian, pero las raíces siempre llaman y son como un fuego descontrolado.
Yo no puedo borrar del libro de mi vida a mi familia y amigos. Yo no puedo jugar a pretender que me fui de mi país cuando más me necesitaba. Yo no puedo inventarme una sangre nueva. Yo no puedo negar que he amado más de una vez sin medidas. Yo no puedo disipar mis anhelos y ambiciones. La nostalgia que me azota no tiene reparos para recordarme quién yo soy en el plano de la realidad. La nostalgia me atrapa y susurra al oído: "Estas son tus raíces. Este es tu tronco. Ahora sé fuerte, alcanza los rayos del sol, y grita colores.”